En los últimos días del invierno y los primeros de la primavera, alcanzar una temperatura de confort adecuada puede ser complicado debido a los cambios térmicos. Es una época en la que la calefacción continúa encendida, pero que en las horas centrales del día puede que haga calor; o que de una semana a otra los cambios de temperatura sean bastante acusados.

En un entorno tan cambiante, la buena noticia es que se puede actuar ante estos saltos térmicos y lograr que el interior de las viviendas y centros de trabajo se encuentren a una temperatura de confort adecuada, haciendo además un uso eficiente de la energía.

 

 

Vigilar el aislamiento térmico

¿Se calienta muy rápido tu vivienda o centro de trabajo cuando hace calor y se enfría muy rápidamente cuando hace frío? Entonces, quizá sea el momento de revisar el aislamiento térmico.

Instalar ventanas de doble acristalamiento o con rotura de puente térmico, y mejorar el aislamiento de fachada y de tejados son actuaciones imprescindibles para obtener un buen confort térmico en el interior de los edificios, aunque también son actuaciones que conllevan una gran inversión y que pueden llevar bastante tiempo. Por ello se recomiendan realizarlas aprovechando otras actuaciones como por ejemplo el pintado de las fachadas o la renovación de tejados.

Otro tipo de actuaciones de menor coste y que pueden realizar el usuario es vigilar que no existan fugas de aire en las ventanas, puertas, huecos de las persianas etc. Si se detecta la entrada de aire exterior, se puede recurrir a remedios más baratos y sencillos, como aplicar silicona en los huecos para evitar que el aire exterior se filtre y desestabilice la temperatura de confort que se desea alcanzar.

 

Temperatura de confort a gusto de todos

Aunque la sensación térmica de las personas tiene un importante componente subjetivo, lo cierto es que los expertos en confort y eficiencia energética ofrecen varias recomendaciones para regular la temperatura de cada espacio de modo que la mayoría de personas se encuentren a gusto.

 

Además de regular la temperatura, hay que prestar la atención a la humedad o, lo que es lo mismo, “el volumen de vapor de agua que tiene el aire «.

Lo que sucede es que, a más humedad en el aire, el organismo humano tiene menos capacidad de eliminar el calor. Por eso, el denominado “calor húmedo” suele ser menos agradable para las personas. En un espacio de trabajo, la humedad relativa debe ser de entre 30 y 70%. En caso de riesgo de electricidad estática, el límite inferior será del 50%.

 

Ventilar los espacios

La ventilación debe formar parte de la rutina de limpieza diaria de cualquier hogar. Es fundamental para renovar el aire interior de las viviendas ya que a través de este proceso se elimina el aire sucio y viciado y se permite la entrada de aire interior, supuestamente más limpio y puro. Así se produce un intercambio de oxígeno, se disipan los malos olores y también se contribuye a eliminar humedades por condensación.

En épocas de frío, para evitar que este proceso disminuya en exceso la temperatura interior, se recomienda ventilar a primera hora de la mañana. ¡Diez minutos es suficiente para renovar el aire de una habitación!

En espacios de trabajo, en los que quizá no sea tan sencillo poder abrir las ventanas para renovar el aire, para evitar el calentamiento de la temperatura ambiente, conviene dotar al local de un sistema de ventilación ya sea natural o artificial, utilizando ventiladores o extractores.

 

Más concienciación

Alcanzar una temperatura de confort adecuada también depende de la actitud de las personas y de las elecciones que estas realizan.

Así, por ejemplo, el tipo de prendas que se utilizan para vestir influye en la sensación de confort de las personas: a más resistencia térmica de las prendas de vestir, más difícil para el cuerpo desprenderse del calor generado y cederlo al medio ambiente.